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abril 5, 2021
“Si juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es inútil”
Albert Einstein.
Esta clase de legados y las vivencias que he experimentado en carne propia son las que me permiten tomar consciencia sobre mis actuaciones en los escenarios en donde fluyo y dejo que la vida me sorprenda. Partiendo de lo anterior y observando la diversidad cultural, familiar, empresarial y social en la que habito y en la que, quien este leyendo este escrito podría coincidir. Me gustaría que por un instante revisemos si hemos sido ese “pez” que en algún momento quiso trepar árboles, pero en su entorno “alguien” le dio a entender que los peces nadan, y por lo tanto debía seguir su condición natural.
Algunos estudiosos del cerebro comparten que, pensar de manera divergente se desarrolla en nuestras primeras etapas del desarrollo, y que su cúspide se acentúa sobre todo entre los diez y los quince años, de ahí en adelante si no se estimula este pensamiento existe una alta probabilidad de declinar. Este aporte me parece importante como punto de partida para comprender el valor que tiene desarrollar esta zona lateral de nuestro cerebro, sin embargo, y por experiencia propia, estoy convencida que no necesariamente hay un tiempo fijo para fortalecer y utilizar este tipo de pensamiento. Personalmente y a través de las diversas experiencias que he vivido y sin ningún tipo de prejuicio y vergüenza, hoy en retrospectiva veo una pececilla frágil, alegre, rebelde, inconformista, servicial, juguetona, tranquila, generosa y arriesgada, que en su entorno tuvo diferentes criadores que influyeron en algunos rasgos de su personalidad y que, en algún momento estos modelamientos y moldeamientos los interpreté como bloqueos, dudas, temores y hasta aversión por algunos de mis cuidadores. Pero hoy, comprendo y agradezco todas esas escenas y vivencias, porque me han servido como un referente vital para exhortar a quien esté leyendo estas letras, de que si en algún momento de su historia fue un pez que quiso trepar árboles y por la razón que sea no lo pudo hacer, hoy es el momento de hacer realidad todo aquello que un día fue juzgado como algo “malo, indebido, extraño, y que no encajaba en nuestra condición humana”.
Nuestro sistema nervioso central (SNC), es uno de los maravillosos lugares en donde se procesan nuestros pensamientos y la información que recibimos a través de nuestros sentidos. Hoy quiero repensar y remover el paradigma de que la lateralidad cerebral no es quien nos encarcela a una sola dominancia; quiero revaluar si es una condición de corte histórica, familiar, cultural y social, que con el paso del tiempo se traslada a otros escenarios como el académico y el empresarial.
De aquí en adelante me centraré en las Empresas, que es uno de los espacios físicos en donde más se nos pasa la vida. Mi historial laboral ha sido más bien estable, y en este momento comprendo que obedece en gran medida a los condicionamientos que un día fueron los protagonistas de mi vida, aunque también, mi esencia arriesgada e inconformista me ha permitido tomar decisiones, y es ahí donde me agrada la relevancia que tiene el pensamiento divergente.
Es habitual ver un amplio número de empresas con culturas organizacionales en donde aún se perpetúa el pensamiento de tipo lineal o también llamado convergente, en donde las personas resuelven los problemas en un orden secuencial, lógico y desde reglas, procesos y protocolos rígidos, o desde lo conocido, lo tradicional, lo impuesto, lo autoritario. Es importante resaltar que no estoy en contra de este tipo de culturas, ya que una organización se nutre precisamente por la diversidad de pensamientos y actuaciones, sin embargo, en la nueva dinámica empresarial, familiar y social que hoy estamos viviendo, es apremiante comprender que el cerebro no se debe reducir en áreas demarcadas, ni mucho menos pretender que una persona interrumpa abruptamente el desarrollo funcional de este extraordinario órgano.
¡Pero ¿cómo pretender que las personas actúen desde un pensamiento divergente cuando en los contextos familiares, académicos, empresariales y sociales aún nos venden un modelo de condicionamiento desde una dominancia cerebral?!
El concepto “divergente” ha despertado polémicas y en ocasiones estas son vistas de manera distorsionada, porque hemos estado inmersos y sometidos a un modelo estándar que facilita la opresión y el poder. Me siento impotente cuando observo culturas empresariales, específicamente “jefes”, con estilos de imposición, miedo, sumisión y una orientación retrograda que, valida todo ese pasado tergiversado que para algunos peces fue la panacea en su desarrollo.
Quiero ser agente de revolución, una en donde se reconozca que el cerebro tiene estructuras y cada una tiene una función especial, pero no por ello debemos cosificar el comportamiento humano y mucho menos limitarlo, más bien hay que estimular esas estructuras y sacarles el mayor provecho de manera equilibrada, evitando la distorsión lingüística que es la que media nuestros actos.
Pretendo que nos ubiquemos desde nuestra esencia, pues es ahí en donde podemos rescatar al “pez” que somos, y que con el paso del tiempo permitimos que nos rezaguen, nos coarten, y nos interrumpan la grandeza de pensar diferente.
Para cerrar este artículo (y todos los que escribo), quiero compartir con ustedes algunas preguntas de reflexión, y en esta ocasión dejo siete, que son las que me motivan para seguir con mi autoexamen y permitir a otros que hagan el propio.
1. ¿Cuál o cuáles actos fueron cohibidos por terceros cuando eras un pececillo?
2. ¿Cómo has rescatado a ese pececillo?
3. ¿Qué le dirías a un pececillo que se restringe de trepar árboles?
4. ¿Has estado en alguna empresa en donde te hayan restringido tu capacidad propositiva?
5. ¿En algún momento o situación has juzgado a alguien por pensar y actuar diferente a ti?
6. Si tuvieras una posición de líder en una empresa en donde el 60% de las personas pensaran y actuaran de manera lineal, ¿Qué actitud tomarías?
7. ¿Te has preguntado cuál ha sido tu “dominancia cerebral” y de dónde viene la raíz?
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