2020 El comienzo de una nueva década en tiempos inciertos

Por

Milena Cruz

abril 5, 2021

Quiero iniciar este escrito compartiendo que el año 2019, decía a las personas que cotidianamente me rodean que el 2020 sería un año muy especial, y que pasarían sucesos muy importantes en mi vida. Cuando lo expresaba me sentía entusiasmada, motivada y hasta pensaba que el tiempo no me alcanzaría. Lo que nunca pasó por mí mente fue la presencia de un suceso llamado científicamente COVID 19, y mucho menos que este me pasaría una factura depositada en el baúl de mis recuerdos.

Hoy en retrospectiva, esos recuerdos me permiten tomar una postura frente a esta situación. Particularmente y considerando las horas que han pasado a partir de la visita inesperada del “CORONAVIDROS” como ingenuamente lo llama mi sobrina de cuatro años, me llevó a pensar desde mi mente racional que los virus hacen parte de la inherencia humana, y que todo organismo es vulnerable de estar expuesto a un agente infeccioso como el que hoy tiene toda la atención mundial. Después de este frio discernimiento, tomé la decisión de escuchar toda la información que rutinariamente llega a mis oídos, evitando caer en pánico, en lanzar especulaciones y evitando hablar más de la cuenta. Debo confesar que no ha sido fácil quedarme en silencio, pero en esta ocasión aproveché este mutismo para confrontarme, y llegué a la conclusión de que este nuevo escenario me ha servido para agudizar mis sentidos, especialmente la vista y el oído.

Me siento agradecida porque a través de estos dos valiosos sentidos, he podido reconocer y honrar la fragilidad que nos caracteriza y que hoy nos conecta sin importar ningún tipo de distinción cultural, social, económica, física, y espiritual. Uno de los aspectos que más me llama la atención en esta nueva condición de vida, es poder ver las diversas reacciones de la gente cuando enfrentan el día a día, algunas responden de manera pesimista, temerosa, irascible, nostálgica y renuente, mientras que otras optan por la fe, la motivación, la valentía, el optimismo y la perseverancia.

El punto al que quiero llegar es que, ninguna de estas reacciones merece que le demos una etiqueta buena o mala, positiva o negativa; pienso que son actitudes que hacen parte de la naturaleza lingüística de cada persona, y que hoy están siendo expuestas sin ninguna desconexión emocional, frente a la emergente sensación colectiva llamada incertidumbre que crece con las respuestas externas que cada minuto generan la certidumbre, de que se está procediendo rápidamente para salvaguardar la vida y evitar un desorden económico. A la luz de esta información cada persona genera sus propias expectativas y realidades que son manifestadas a través de expresiones como “la resiliencia”, “la renovación”, “la reorganización”, “la transformación”, el poder de “reinventarse”, “la ilusión”, “el amor”, “el apoyo humanitario”, “el cambio” y muchas más. Pero también es importante comprender y valorar las manifestaciones que traen un componente totalmente adverso a este.

Frente a los comentarios, especulaciones, iniciativas y declaraciones que actualmente escucho, sigo sosteniendo la premisa de que cada persona reacciona desde su lenguaje privado, entendido este como lo que cada individuo tiene en su mente, en su corazón y en sus bolsillos. Las consecuencias del COVID son un hecho real para la vista de todos los que aún seguimos con vida, pero la manera como lo percibimos, interpretamos, comunicamos y reaccionamos, es donde está la gran diferencia y todas son merecedoras de respeto e inclusión.      

 

En este repentino panorama no sé qué vendrá, pero lo que estoy observando es que hay una alta inclinación por adoptar una actitud de “predictores del futuro”, y quiero evitar cualquier tipo de prejuicio que repele contra esta postura, porque la predicción ha sido importante en algunas decisiones que he tomado a lo largo de mi vida. No obstante, y desde mi propio devenir, creo que el futuro se construye con los actos que hagamos hoy; lo que está pasando es una realidad o una mentira que mañana puede no ser igual o dejar de existir, todo dependerá del observador.

En este punto quiero resaltar que esta situación me sirvió para decidir darle el primer lugar a mi esencia, porque con este suceso comprendí que la vida no se traduce en el tiempo que vivimos, sino en lo que hacemos con el tiempo, y son diversas las actividades que en la cotidianidad realizamos y que hacen parte de las decisiones que constantemente tomamos, pero hay algunas que siempre dejamos rezagadas y no le damos la importancia que merecen, y de repente en esta situación, aparecen voces internas que gritan que, en esta nueva década hay que escuchar más hacia dentro y permitirnos vivir cada segundo haciendo lo que nos dignifica y le da sentido a nuestras vidas, puede que no sea la panacea para afrontar la incertidumbre que nos une, pero puede que para algunas personas el universo tenía reservado este momento, y lo necesitábamos para dejar fluir lo que llevamos por mucho tiempo aplazado. Resalto que no es una tarea fácil, porque es disponer de un espacio consciente y en silencio para sacudir los ángeles y demonios que nos acompañan, y que seguirán siendo los testigos de todos los antagonistas que, en ocasiones, limitan y derrumban el verdadero papel protagónico que puede ser nuestro salvador en tiempo de “crisis”.

Este es otro momento que probablemente para las actuales generaciones y las que están por llegar, sea un tema de conversación, puesto que una de las leyes universales dice que todo tiene una causa y un efecto, y que, así como los sucesos tienen un comienzo, también tienen un final. Hoy quiero extender mi final, y no me cansaré de decirle a nuestro visitante COVID 19: “¡Gracias!, llegaste para movilizarme hacia otros lugares; también desperté y comprendí que a lo mejor no hay otro momento para dejar salir la música que llevo por dentro”. Lo último, en memoria de Wayne Walter Dyer.

Termino este escrito resaltando que la incertidumbre por estos días está consumiendo una buena parte de nuestra energía, pero es importante decidir si le permitimos que nos limite o nos movilice a descubrir otros terrenos internos, que nos inspiren y nos motiven para tener intacta la ilusión de perseverar más que desesperar.

Tres preguntas para quien lea este escrito:

1. ¿Es necesario que ocurran sucesos como el que estamos viviendo para tomar acciones diferentes y contundentes en nuestra vida?

2. ¿Piensas que este es un momento de incertidumbre o de certidumbre?

3. ¿Cómo reaccionas frente a lo que está pasando?

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