La Importancia de Desordenar

La Importancia de Desordenar

La Importancia de Desordenar

Por

Milena Cruz

abril 23, 2024

Emprendo este escrito compartiendo este valioso legado. “En tiempos de cambios, quienes estén abiertos al aprendizaje se apropiarán del presente, mientras que aquellos que creen saberlo todo, estarán bien equipados para un mundo que ya no existe” Eric Hoffer.  

Así mismo quiero rayar algunas líneas que considero pertinentes y que alimentaron sustancialmente mi relación con el desorden. Estuve repasando algunas teorías que explican esta condición de vida, y para este escrito me quedé con los aportes de Georges Balandier, de quien se registra que estudio su carrera de etnólogo y a su vez su motivación por la sociología y la antropología lo pusieron como uno de los exponentes más visibles y portavoz del rumbo de la sociología dinámica. Su interés por investigar los cambios futuristas de las sociedades, merecen ser considerados, y mucho más en los tiempos actuales en donde experimentamos una realidad “caótica a todo nivel”  

Madurando la puesta en escena de lo que pude destacar de sus valiosas erudiciones, quiero resaltar uno de sus planteamientos: “No hay un orden único, ni tampoco definitivo en los sistemas sociales”, por el contrario es el desorden el que prevalece como un continuo en las sociedades, y mucho más en las modernas, en especial en la que atravesamos actualmente.

Partiendo de esta mirada, pienso que los condicionamientos que desde antes de nacer ya estaban ordenados y establecidos para nuestra manera de comportarnos, son los que obligatoriamente se revelan y detonan en un desorden, en donde continuarán vigentes aquellas sociedades que reorganicen sus estructuras frente a los nuevos enfoques del aprendizaje, entendido este no sólo como un proceso continuo en donde nos alimentamos de información que nos habilita para obtener el conocimiento y ejercer un “poder” desde los diferentes  lugares en donde nos movemos. Hoy esta clase de posturas están quedando rezagadas, si no se integra el componente emocional y las acciones que ejerce cada miembro que hace parte de la sociedad, y que a su vez es necesario pasar de la información y del conocimiento, a revisar las consecuencias de la acción y vislumbrar nuevos callejones entre lo que ya estaba establecido, planeado y producido. Cuando menciono esto no lo hago desde una mirada negativa, por el contrario, pienso que desordenar lo que aparentemente percibíamos ordenado, nos permitirá adentrarnos a la matrix incierta y retadora que compartimos hoy, y que no sabemos cómo será para las nuevas generaciones.  

Somos participes de una misma realidad, pero interpretada de diversas maneras, en donde lo caótico trae consigo mismo una nueva eclosión económica, laboral, política, cultural y social que nos pone a repensar la importancia de estar en un estado de alerta, de aprendices, de vigías del desordenamiento, más que de sapientes opresivos y renuentes a la nueva realidad.

La manifestación que deja alterar el orden, nos revela el arraigo que tenemos por lo conocido, lo establecido, lo condicionado, pero que a la postre encontramos nuevas maneras de adaptación y de seguir adelante. Pienso que para poder hacer parte de la dinámica del desorden, es necesario desmitificar las estructuras, no sólo de lo que ya conocemos, y pensamos, sino de lo que nos emociona y con lo que a diario reaccionamos. Resaltando y salvaguardando el estudio serio que hay entre la mente y el cerebro, y rescatando y ubicando en el mismo nivel el del ser Biológico, Cultural y Social que somos y que nos conecta como colectivo.

Para algunas personas puede que el desorden al que hago referencia en este escrito, sea interpretado como una fuente de inspiración y de auto construcción necesaria para romper con las concepciones que se tienen de los modelos de realidad condicionados, mientras que, para otras, puede ser un monstruo que no se quieren encontrar y lo evitan al máximo. Libremente cada persona lo descifra como mejor le convenga, personalmente le he encontrado los siguientes beneficios que quiero compartir en este escrito:

El primero es el del Acto Creativo responsable. El cual pienso que hoy es una de las habilidades emergentes dentro del proceso de aprendizaje y que requiere ser estimulada, incluida y puesta en escena sin prejuicios, ni censura. Esta condición legitima que ha sido cuestionada y limitada, es la que nos está permitiendo fluir desde nuestra propia necesidad y sensibilidad creativa, y nos conecta con las diferentes y versátiles creaciones que nos rodea. En este punto quiero resaltar toda la apreciable gama de iniciativas de emprendimiento y de productos, servicios y actos vocacionales que a diario se publican en las diferentes redes sociales. No discuto, ni censuro lo que observo, más bien lo valoro porque sé que nace del “desorden interno” que cada individuo está sintiendo y viviendo, y que para mí es digno de respeto y de admiración. De hecho, en Linkedin aparecen diversos cuestionamientos sobre lo que las personas publican, y en ocasiones observo unos enganches emocionales, conceptuales y metodológicos que simplemente siguen perpetuando el “orden” impuesto y rígido que ya no funciona en este momento de la historia.

El segundo es enlazar lo que llamamos Conocimiento y Experiencia laboral y profesional a la valiosa diversificación propositiva que emerge de las habilidades, capacidades y valores que conectan a todas las generaciones que necesitan y aspiran ser incluidas en esta nueva realidad. No importa que esta inclusión sea en un espacio físico o virtual, es una necesidad flotable y sentida que requiere ser escuchada sin ningún tipo de ataque, nuevamente es escuchar y observar lo que hay detrás de cada viajero.

El tercero tiene como propósito el Respeto por el derecho legítimo que tiene cada persona en desordenarse y examinar alternativas en los diferentes medios de información, así desde nuestra perspectiva no tenga nuestro interés. El punto es que cada individuo es libre de sentir y vivir este desorden a su manera, y de dejar salir su lado creativo y propositivo, sin que este sea invalidado por el simple hecho de no ser pertinente al orden ya establecido.

El cuarto es la disposición de Libertad de conquistar la propia felicidad en medio de nuestros propios prejuicios, inseguridades y temores, ya que todo lo que hemos concebido está sujeto a ser alterado, y ninguna persona tiene la potestad de cuestionar o restringir esta preciosa sensación.

Y el quinto y último es la Lealtad que cada persona tiene hacia sí misma, únicamente ella sabe en qué posición se encuentra en esta caótica alteración, y conoce hasta donde su lealtad la puede llevar.     

Para culminar estas letras, te dejo los siguientes interrogantes:

¿Qué has desordenado en tu vida? ¿Cuál o cuáles fueron tus mayores aprendizajes en ese desordenamiento? ¿Cuál es tu actitud frente al desordenamiento que actualmente estamos viviendo? ¿Cuál es tu grado de tolerancia frente a cualquier tipo de desorden? ¿Cómo reaccionas frente a una persona que la percibas desordenada? ¿Promueves el orden o el desorden?

 

 

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Vivir sin prisa…

Vivir sin prisa…

Vivir sin prisa…

Por

Milena Cruz

noviembre 11, 2022

¿Para qué vivir sin prisa?
¿Para qué vivir de prisa?

Hoy algo me despertó, y lo primero que llego a mi mente fue la imagen de millones de personas corriendo, algunas con su rostro angustiado, otras con una sonrisa eufórica, y otras con un mutismo nostálgico, y sin ganas de seguir respirando.

En mí que hacer cotidiano atiendo consultas psicológicas, entrevistas de trabajo y promuevo un modelo educativo en las aulas, al que le llamo; Despertando Consciencia. Amo, y disfruto mi labor, porque gracias a todos los rostros de las personas que en estas actividades se cruzan en mi vida, puedo reconocer la persona que hoy soy, no sé mañana, porque sin ponerlo en duda, lo más fijo que tenemos es el cambio, sin embargo, y es la parte en la que siento una sensación de impotencia, y de nostalgia, observo que, para algunas personas, y no quiero exagerar diciendo que todas, este maravilloso proceso es lento, y a veces no se logra.

El punto al que quiero llegar con esta introducción, es que logré concluir, que estamos rodeados de diversos estímulos, que juegan un papel fundamental para que sintamos una sensación acelerada, parece que las horas del día, cada vez las percibiéramos menos, es decir que la percepción del tiempo, en la década actual, es tan veloz, que involuntariamente actuamos en automático, porque pensamos que el mañana no llegará, y este fenómeno perceptivo, se viene afincado mucho más, después de la llegada del ruidoso, y profundo COVID 19. Otro acontecimiento más, que en su momento fue el protagonista de la historia colectiva de todo el universo terrenal, pero que poco a poco, y como lo pronostiqué en otro escrito, hace parte de nuestra historia de vida, lo afrontamos, lo aceptamos, y nos adaptamos, y en su momento, ya perderá todo su protagonismo, porque así opera nuestra vida, esta se traduce en momentos, y en esa fracción de instantes, nos puede pasar situaciones gratificantes, acompañadas de alegría, de placer, de júbilo, y de abundancia, pero a su vez, nos pueden llegar escenarios en donde sentimos a nuestra alma desolada, vacía, sin rumbo, sin aliento.  

Desde esta zona a la que le llamo, meditación consciente, me pregunto: ¿Qué sentido tiene ir por la vida corriendo?, y aquí es relevante ampliar, el sentido de correr para el propósito de este escrito. Cuando me refiero a correr, o ir de prisa, lo quiero llevar a la manera en cómo conducimos nuestra vida, y cómo reaccionamos a lo que nos sucede cotidianamente. Mi esencia se llena de otras, y hay días que reviento en una profunda tristeza, por ver la angustia en los rostros y en las miradas de las personas, cuando no pueden salir de sus conflictos emocionales, y sentimentales. Porque es desde este lugar, en donde nos convertimos en drogadictos del sufrimiento. Algunos, pueden pensar, que escribo con un toque dramático, y catastrófico, pues les quiero decir, que cuando escribo, lo hago desde lo que vivo, y siento cotidianamente. A diario se cruzan en mi camino personas de carne y hueso, que pasan y llegan a mí, por distintas razones, pero sin duda alguna, los eventos que más me dejaron enseñanzas, son los de las personas que dejan de existir.

Tengo casos cercanos, que me sirven mucho para estar haciendo este escrito, por ejemplo, hace poco tuve la perdida de una persona de 39 años, que un día, se llenó de ira, actuó de manera impulsiva, y hoy, dejó este plano terrenal. En retrospectiva, hoy pienso que fue lo que esa persona anhelaba que pasara, puesto que ya no le encontraba sentido a su vida, y con este reciente caso, hago un llamado a estar en alerta, en vigilia, es decir en honrar, uno de los procesos de nivel superior más fantásticos que tenemos, nuestra consciencia, y digito consciencia con S, dado que etimológicamente, este tipo de consciencia, nos permite mantener una actitud en donde podemos peguntarnos para qué respiro, para qué me agito, para qué respondo con impulsos, para qué se presentan los conflictos, para qué compito con mi compañero de trabajo, de vida, de estudio, para que anhelo el dinero, para qué me enamoro, para qué sufro en nombre del amor, para qué tengo hijos, para que corro, para qué me estreso, para qué me angustio, para qué me deprimo.

Ir de prisa, o sin prisa por la vida, es una elección, en donde, te pido que revises la consecuencia de este acto lingüístico, pero antes de la derivación que pueda pasar posterior a la presentación de este acto, es el cómo nos sentimos cuando actuamos en automático, cuando actuamos aceleradamente, cuando reaccionamos de manera impulsiva, lograr identificar esos estados emocionales, es clave para la consecuencia de los mismos. Un ser humano consciente de su realidad actual, consciente de sus emociones, consciente de sus consecuencias, es un ser humano responsable, es decir, que responde con un alto grado de regulación emocional, que se auto dirige, y no se permite que por fuera pasen situaciones que lo desestabilicen, y si se descontrola, de inmediato reflexiona, y vuele a su estado de consciencia emocional. También, es una persona que frente a lo que lo acontece, es una persona que vive con prisa, pero vigilante a lo que pueda pasarle, es decir que vivir sin prisa, es un acto metafórico, hay que movernos, pero de manera consciente, sin interrumpir el tiempo de la divinidad, puesto que, desde esta mirada espiritual, todo lo que nos sucede tiene un tiempo de maduración, y de llegada. Adicionalmente, tiene un propósito, pero cuando vivimos en automático, le impedimos, y obstruimos los tiempos perfectos de nuestro creador, que, en síntesis, somos nosotros mismos, y lo que hay en nuestro interior.

Termino estas letras con este pensamiento: Cada quien se endemonia con la prisa que hay en su corazón.

¿Qué tenemos en la mente emocional?

¿Cuál, o cuáles son las heridas emocionales que aún no reconocemos?

¿Cómo sanar esas heridas emocionales?

La herida emocional es la que nos esclaviza, y nos orienta a ir por la vida de prisa, sin rumbo, bajitos de frecuencia, indecisos, vacíos, ya es el momento de despertar la consciencia emocional. Fraterno abrazo, y emociónate despertando tu consciencia, y tu lenguaje.

 

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2020 El comienzo de una nueva década en tiempos inciertos

2020 El comienzo de una nueva década en tiempos inciertos

2020 El comienzo de una nueva década en tiempos inciertos

Por

Milena Cruz

abril 5, 2021

Quiero iniciar este escrito compartiendo que el año 2019, decía a las personas que cotidianamente me rodean que el 2020 sería un año muy especial, y que pasarían sucesos muy importantes en mi vida. Cuando lo expresaba me sentía entusiasmada, motivada y hasta pensaba que el tiempo no me alcanzaría. Lo que nunca pasó por mí mente fue la presencia de un suceso llamado científicamente COVID 19, y mucho menos que este me pasaría una factura depositada en el baúl de mis recuerdos.

Hoy en retrospectiva, esos recuerdos me permiten tomar una postura frente a esta situación. Particularmente y considerando las horas que han pasado a partir de la visita inesperada del “CORONAVIDROS” como ingenuamente lo llama mi sobrina de cuatro años, me llevó a pensar desde mi mente racional que los virus hacen parte de la inherencia humana, y que todo organismo es vulnerable de estar expuesto a un agente infeccioso como el que hoy tiene toda la atención mundial. Después de este frio discernimiento, tomé la decisión de escuchar toda la información que rutinariamente llega a mis oídos, evitando caer en pánico, en lanzar especulaciones y evitando hablar más de la cuenta. Debo confesar que no ha sido fácil quedarme en silencio, pero en esta ocasión aproveché este mutismo para confrontarme, y llegué a la conclusión de que este nuevo escenario me ha servido para agudizar mis sentidos, especialmente la vista y el oído.

Me siento agradecida porque a través de estos dos valiosos sentidos, he podido reconocer y honrar la fragilidad que nos caracteriza y que hoy nos conecta sin importar ningún tipo de distinción cultural, social, económica, física, y espiritual. Uno de los aspectos que más me llama la atención en esta nueva condición de vida, es poder ver las diversas reacciones de la gente cuando enfrentan el día a día, algunas responden de manera pesimista, temerosa, irascible, nostálgica y renuente, mientras que otras optan por la fe, la motivación, la valentía, el optimismo y la perseverancia.

El punto al que quiero llegar es que, ninguna de estas reacciones merece que le demos una etiqueta buena o mala, positiva o negativa; pienso que son actitudes que hacen parte de la naturaleza lingüística de cada persona, y que hoy están siendo expuestas sin ninguna desconexión emocional, frente a la emergente sensación colectiva llamada incertidumbre que crece con las respuestas externas que cada minuto generan la certidumbre, de que se está procediendo rápidamente para salvaguardar la vida y evitar un desorden económico. A la luz de esta información cada persona genera sus propias expectativas y realidades que son manifestadas a través de expresiones como “la resiliencia”, “la renovación”, “la reorganización”, “la transformación”, el poder de “reinventarse”, “la ilusión”, “el amor”, “el apoyo humanitario”, “el cambio” y muchas más. Pero también es importante comprender y valorar las manifestaciones que traen un componente totalmente adverso a este.

Frente a los comentarios, especulaciones, iniciativas y declaraciones que actualmente escucho, sigo sosteniendo la premisa de que cada persona reacciona desde su lenguaje privado, entendido este como lo que cada individuo tiene en su mente, en su corazón y en sus bolsillos. Las consecuencias del COVID son un hecho real para la vista de todos los que aún seguimos con vida, pero la manera como lo percibimos, interpretamos, comunicamos y reaccionamos, es donde está la gran diferencia y todas son merecedoras de respeto e inclusión.      

 

En este repentino panorama no sé qué vendrá, pero lo que estoy observando es que hay una alta inclinación por adoptar una actitud de “predictores del futuro”, y quiero evitar cualquier tipo de prejuicio que repele contra esta postura, porque la predicción ha sido importante en algunas decisiones que he tomado a lo largo de mi vida. No obstante, y desde mi propio devenir, creo que el futuro se construye con los actos que hagamos hoy; lo que está pasando es una realidad o una mentira que mañana puede no ser igual o dejar de existir, todo dependerá del observador.

En este punto quiero resaltar que esta situación me sirvió para decidir darle el primer lugar a mi esencia, porque con este suceso comprendí que la vida no se traduce en el tiempo que vivimos, sino en lo que hacemos con el tiempo, y son diversas las actividades que en la cotidianidad realizamos y que hacen parte de las decisiones que constantemente tomamos, pero hay algunas que siempre dejamos rezagadas y no le damos la importancia que merecen, y de repente en esta situación, aparecen voces internas que gritan que, en esta nueva década hay que escuchar más hacia dentro y permitirnos vivir cada segundo haciendo lo que nos dignifica y le da sentido a nuestras vidas, puede que no sea la panacea para afrontar la incertidumbre que nos une, pero puede que para algunas personas el universo tenía reservado este momento, y lo necesitábamos para dejar fluir lo que llevamos por mucho tiempo aplazado. Resalto que no es una tarea fácil, porque es disponer de un espacio consciente y en silencio para sacudir los ángeles y demonios que nos acompañan, y que seguirán siendo los testigos de todos los antagonistas que, en ocasiones, limitan y derrumban el verdadero papel protagónico que puede ser nuestro salvador en tiempo de “crisis”.

Este es otro momento que probablemente para las actuales generaciones y las que están por llegar, sea un tema de conversación, puesto que una de las leyes universales dice que todo tiene una causa y un efecto, y que, así como los sucesos tienen un comienzo, también tienen un final. Hoy quiero extender mi final, y no me cansaré de decirle a nuestro visitante COVID 19: “¡Gracias!, llegaste para movilizarme hacia otros lugares; también desperté y comprendí que a lo mejor no hay otro momento para dejar salir la música que llevo por dentro”. Lo último, en memoria de Wayne Walter Dyer.

Termino este escrito resaltando que la incertidumbre por estos días está consumiendo una buena parte de nuestra energía, pero es importante decidir si le permitimos que nos limite o nos movilice a descubrir otros terrenos internos, que nos inspiren y nos motiven para tener intacta la ilusión de perseverar más que desesperar.

Tres preguntas para quien lea este escrito:

1. ¿Es necesario que ocurran sucesos como el que estamos viviendo para tomar acciones diferentes y contundentes en nuestra vida?

2. ¿Piensas que este es un momento de incertidumbre o de certidumbre?

3. ¿Cómo reaccionas frente a lo que está pasando?

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La Empresa divergente

La Empresa divergente

La Empresa divergente

Por

Milena Cruz

abril 5, 2021

“Si juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es inútil”
 Albert Einstein.

Esta clase de legados y las vivencias que he experimentado en carne propia son las que me permiten tomar consciencia sobre mis actuaciones en los escenarios en donde fluyo y dejo que la vida me sorprenda. Partiendo de lo anterior y observando la diversidad cultural, familiar, empresarial y social en la que habito y en la que, quien este leyendo este escrito podría coincidir. Me gustaría que por un instante revisemos si hemos sido ese “pez” que en algún momento quiso trepar árboles, pero en su entorno “alguien” le dio a entender que los peces nadan, y por lo tanto debía seguir su condición natural.

Algunos estudiosos del cerebro comparten que, pensar de manera divergente se desarrolla en nuestras primeras etapas del desarrollo, y que su cúspide se acentúa sobre todo entre los diez y los quince años, de ahí en adelante si no se estimula este pensamiento existe una alta probabilidad de declinar. Este aporte me parece importante como punto de partida para comprender el valor que tiene desarrollar esta zona lateral de nuestro cerebro, sin embargo, y por experiencia propia, estoy convencida que no necesariamente hay un tiempo fijo para fortalecer y utilizar este tipo de pensamiento. Personalmente y a través de las diversas experiencias que he vivido y sin ningún tipo de prejuicio y vergüenza, hoy en retrospectiva veo una pececilla frágil, alegre, rebelde, inconformista, servicial, juguetona, tranquila, generosa y arriesgada, que en su entorno tuvo diferentes criadores que influyeron en algunos rasgos de su personalidad y que, en algún momento estos modelamientos y moldeamientos los interpreté como bloqueos, dudas, temores y hasta aversión por algunos de mis cuidadores. Pero hoy, comprendo y agradezco todas esas escenas y vivencias, porque me han servido como un referente vital para exhortar a quien esté leyendo estas letras, de que si en algún momento de su historia fue un pez que quiso trepar árboles y por la razón que sea no lo pudo hacer, hoy es el momento de hacer realidad todo aquello que un día fue juzgado como algo “malo, indebido, extraño, y que no encajaba en nuestra condición humana”.

Nuestro sistema nervioso central (SNC), es uno de los maravillosos lugares en donde se procesan nuestros pensamientos y la información que recibimos a través de nuestros sentidos. Hoy quiero repensar y remover el paradigma de que la lateralidad cerebral no es quien nos encarcela a una sola dominancia; quiero revaluar si es una condición de corte histórica, familiar, cultural y social, que con el paso del tiempo se traslada a otros escenarios como el académico y el empresarial.

De aquí en adelante me centraré en las Empresas, que es uno de los espacios físicos en donde más se nos pasa la vida. Mi historial laboral ha sido más bien estable, y en este momento comprendo que obedece en gran medida a los condicionamientos que un día fueron los protagonistas de mi vida, aunque también, mi esencia arriesgada e inconformista me ha permitido tomar decisiones, y es ahí donde me agrada la relevancia que tiene el pensamiento divergente.

 Es habitual ver un amplio número de empresas con culturas organizacionales en donde aún se perpetúa el pensamiento de tipo lineal o también llamado convergente, en donde las personas resuelven los problemas en un orden secuencial, lógico y desde reglas, procesos y protocolos rígidos, o desde lo conocido, lo tradicional, lo impuesto, lo autoritario. Es importante resaltar que no estoy en contra de este tipo de culturas, ya que una organización se nutre precisamente por la diversidad de pensamientos y actuaciones, sin embargo, en la nueva dinámica empresarial, familiar y social que hoy estamos viviendo, es apremiante comprender que el cerebro no se debe reducir en áreas demarcadas, ni mucho menos pretender que una persona interrumpa abruptamente el desarrollo funcional de este extraordinario órgano.   

¡Pero ¿cómo pretender que las personas actúen desde un pensamiento divergente cuando en los contextos familiares, académicos, empresariales y sociales aún nos venden un modelo de condicionamiento desde una dominancia cerebral?!  

El concepto “divergente” ha despertado polémicas y en ocasiones estas son vistas de manera distorsionada, porque hemos estado inmersos y sometidos a un modelo estándar que facilita la opresión y el poder. Me siento impotente cuando observo culturas empresariales, específicamente “jefes”, con estilos de imposición, miedo, sumisión y una orientación retrograda que, valida todo ese pasado tergiversado que para algunos peces fue la panacea en su desarrollo.

Quiero ser agente de revolución, una en donde se reconozca que el cerebro tiene estructuras y cada una tiene una función especial, pero no por ello debemos cosificar el comportamiento humano y mucho menos limitarlo, más bien hay que estimular esas estructuras y sacarles el mayor provecho de manera equilibrada, evitando la distorsión lingüística que es la que media nuestros actos.

Pretendo que nos ubiquemos desde nuestra esencia, pues es ahí en donde podemos rescatar al “pez” que somos, y que con el paso del tiempo permitimos que nos rezaguen, nos coarten, y nos interrumpan la grandeza de pensar diferente.

Para cerrar este artículo (y todos los que escribo), quiero compartir con ustedes algunas preguntas de reflexión, y en esta ocasión dejo siete, que son las que me motivan para seguir con mi autoexamen y permitir a otros que hagan el propio. 

1. ¿Cuál o cuáles actos fueron cohibidos por terceros cuando eras un pececillo?   

2. ¿Cómo has rescatado a ese pececillo?

3. ¿Qué le dirías a un pececillo que se restringe de trepar árboles?

4. ¿Has estado en alguna empresa en donde te hayan restringido tu capacidad propositiva?

5. ¿En algún momento o situación has juzgado a alguien por pensar y actuar diferente a ti?

6. Si tuvieras una posición de líder en una empresa en donde el 60% de las personas pensaran y actuaran de manera lineal, ¿Qué actitud tomarías?

7. ¿Te has preguntado cuál ha sido tu “dominancia cerebral” y de dónde viene la raíz? 

 

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Cultura Organizacional, una mirada desde la Ontología

Cultura Organizacional, una mirada desde la Ontología

Cultura Organizacional, una mirada desde la Ontología

Por

Milena Cruz

abril 5, 2021

“Había una vez una persona que viajaba en su automóvil para algún lugar y estaba tan preocupada por llegar, que se quedó varada por falta de gasolina…”

Esta fue una corta historia que un día me compartió un amigo, inmediatamente la registré en mi memoria como una especie de metáfora para abordar uno de los constructos que hasta la fecha sigue siendo un tema profundo y con diversas interpretaciones, la “Cultura Organizacional”.

Existen amplios soportes literarios que intentan esclarecer su significado, y concluí que la mayoría resaltan la importancia que tienen los valores, las creencias, los hábitos, las actitudes, las experiencias, el simbolismo, los objetivos, y todo aquello que les permita a las empresas ser únicas y marcar la diferencia. Debo resaltar la importante función que representa cada uno de estos constructos para poder comprender y aterrizar lo que conocemos como cultura organizacional.

No obstante, considero pertinente retomar la metáfora con la que iniciamos, que para este caso la cultura organizacional simbólicamente estará representada por el automóvil, a través del cual las personas pueden llegar a cumplir sus propósitos individuales, colectivos y organizacionales; y la gasolina, será todo aquello que la empresa le suministra al conductor para que se pueda mover dentro y fuera del vehículo, para cumplir con sus objetivos y los de la empresa. Desde mi propio devenir, observo que la gasolina que algunas empresas le proveen al conductor es de baja calidad, mientras que, en otras empresas, proveen la de más alta calidad.

Pero ¿de qué depende la calidad de la gasolina?… Después de diversas experiencias reales con empresas, y a partir de profundizar e interiorizar la disciplina de la ontología del lenguaje, comprendí que la cultura organizacional es interpretada desde muchos lugares internos de cada persona, y que en su mayoría es percibida como un tema abstracto, que tiene vacíos y brechas que pueden ser abordadas si el foco de atención inicia observando las actitudes y las reacciones que manifiestan cotidianamente las personas que conforman la cultura, puesto que cada una de ellas son las que a través de sus comportamientos, permiten que el automóvil esté en movimiento o inmovilizado.

Para poder gestionar y proveer este preciado combustible es necesario implementar estrategias en donde se promuevan espacios para consensuar y aterrizar tres supuestos que para un plausible número de empresas pueden ser percibidos como algo que no necesita mayor explicación.

  1. El concepto de “Seres Humanos”.
  2. El concepto de “Cultura Organizacional”.
  3. El concepto de “Empresa”.

 

Desde una mirada ontológica, hablar del “ser humano” debería ser el punto de partida, dado que el concepto de cultura y empresa, se justifican y se apoyan en los actos de las personas. Cada colaborador que hace parte de una empresa tiene preestablecida su propia cultura que en algunos casos colisiona en un determinado momento con la cultura organizacional.  

Por consiguiente y desde la ontología del lenguaje las empresas son interpretadas como un conjunto de redes lingüísticas, es decir de humanos para servir a otros humanos, a través de sus propias interpretaciones sobre lo que ellos observan, sienten y actúan en su cotidianidad laboral. Así que, particularmente pienso que en la mayoría de las culturas organizacionales hay un “iceberg”, que separa bruscamente lo que interpretamos como “Cultura Organizacional” en función de los resultados, versus los comportamientos de cada una de las personas, y para que una cultura empresarial tenga identidad propia y diferenciadora, es importante inclinar la mirada hacia cada uno sus integrantes, o por o lo menos a quienes piensen y sientan que no encajan dentro de la cultura de la empresa.

En otros términos, es importante que las empresas integren en su caja de herramientas una más, y que esta sea adoptada, no como la panacea a los conflictos que se presenta en la cotidianidad cultural, sino como otro instrumento que se suma al orquestado de constructos que contribuyen en la comprensión del ser, ese ser que es el que les da vida a las empresas y las lleva a la cúspide del éxito, o al fondo del fracaso.

Las preguntas de este texto son: (Comparto las que me surgen cada vez de que visito una empresa o cuando veo mi propia empresa llamada vida).

  1. Examinar la estructura Organizacional. ¿Cómo hacemos lo que hacemos y para que lo hacemos?
  2. Revisar los procesos estratégicos. ¿Cómo es la gestión del conocimiento?
  3. Detallar el proceso de comunicación Organizacional. ¿Cómo son las conversaciones al interior y al exterior de las empresas?
  4. Revisar los procesos de aprendizaje. ¿Cómo gestionan e interiorizan las personas el aprendizaje individual y colectivo?  
  5. Caracterizar los diversos estilos de liderazgo. ¿Cuáles son los actos lingüísticos más representativos de los líderes? y ¿cuáles son sus propósitos?
  6. Conectar a los equipos multigeneracionales e interculturales.  ¿Cuál es mi propósito dentro de un equipo?
  7. Identificar las competencias conversacionales más representativas de la empresa. ¿Qué interpretan las personas como competencias conversacionales? ¿Para que las personas intercambian sus conversaciones?  

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